miércoles, 4 de junio de 2014

La huelga (Stachka, 1924) de Sergei M. Eisenstein




"La fuerza de la clase obrera es la organización. Sin organización de masas, el proletario es nada. Organizado lo es todo. Estar organizado significa unidad de acción, unidad de actividades prácticas"

Lenin


En la Rusia zarista, los obreros de una importante empresa planean una huelga. La situación se vuelve más turbulenta aún cuando un camarada es acusado injustamente de un robo y decide suicidarse. Los capitalistas al mando de la fábrica tomarán medidas políticas y represivas para conseguir que los proletarios vuelvan al trabajo. 


La huelga fue el primer largometraje dirigido por el maestro Eisenstein, y pretendía iniciar un seguido de películas que describieran los procesos de la revolución rusa, proyecto que jamás se completó. La película se inicia con la cita de Lenin recogida en el encabezado y se divide en seis partes que describen los diferentes momentos de la huelga.

En primer lugar, presenciamos el auge del sindicalismo y las teorías Marxistas-Leninistas entre los proletarios. A su vez, observamos como los empresarios infiltran a espías entre sus trabajadores para recibir información de primera mano e intentar boicotear sus actos. A continuación, y tras el suicidio de un camarada por las circunstancias ya expuestas, se produce la revuelta y se inicia la anunciada huelga.

Poco después, asistimos a las dificultades de los huelguistas para subsistir sin su trabajo. Cuando la asamblea redacta las demandas (jornada laboral de ocho horas, un aumento de sueldo del 30% etc.), la respuesta de los empresarios resulta burlesca. Sin ninguna intención de ceder o negociar, activan un plan para boicotear las reuniones obreras incendiando una casa de vinos y así justificar las cargas policiales.


Eisenstein contrapone el esfuerzo colectivo de los obreros con la despreciable actitud de los capitalistas, unos seres inhumanos que solo piensan en su beneficio privado y actúan ajenos a toda sensibilidad humana. La fuerte presencia de las concepciones Marxistas ha hecho que La huelga sea considerada generalmente -al igual que toda la obra de Eisenstein- como mera propaganda ideológica del régimen Soviético, obviando que la muestra de una determinada concepción del mundo y la política se encuentra inherente en cualquier filme o expresión narrativa.

Lo que más se recuerda de La huelga es su trágico final, en el que Eisenstein, haciendo uso de sus innovadoras teorías acerca del montaje -el famoso montaje de atracciones- muestra la escena del brutal genocidio cometido contra los obreros intercalada con el sangriento sacrificio de un buey. 


Otro ejemplo de este montaje de atracciones -que Eisenstein inició en esta película y que siguió desarrollando en sus siguientes trabajos, influenciando a generaciones y generaciones de cineastas- lo encontramos en el estallido de la huelga, en una escena en la que vemos como tres obreros cruzan sus brazos a la vez que una rueda deja de girar. Sin los proletarios, la fábrica se para.

Sin duda Eisenstein depuró sus técnicas y concepciones con los años, creando auténticas obras maestras que hoy son mucho más recordadas que su ópera prima, pero La huelga no es un trabajo desdeñable, ni mucho menos. Estamos ante una obra que rompió moldes y anunció la llegada de un genio y un nuevo modo de hacer cine. 






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