viernes, 27 de junio de 2014

El ángel borracho (Yoidore tenshi, 1948) de Akira Kurosawa



"La voluntad puede curar todos los males humanos"


Enfermo de tuberculosis, Matsunaga (Toshiro Mifune), miembro de la yakuza, acude a la consulta del doctor Sanada (Takashi Shimura) para que le extraiga una bala de la mano. El médico se preocupa inmediatamente por la salud del delincuente, pero éste no toma conciencia de su mal estado y se preocupa únicamente del control del barrio. Las cosas se complican aún más cuando Okada (Reisaburo Yamamoto), jefe de la banda de Matsunaga, sale de la cárcel y se propone recuperar a su esposa, que se ha convertido en la ayudante del doctor. 


La imponente filmografía de Akira Kurosawa, repleta de obras maestras, ha producido un efecto ciertamente injusto respecto a algunos de sus trabajos, como es el caso de El ángel borracho. El paso del tiempo ha hecho que éste filme sea recordado principalmente por ser la primera colaboración del director con Toshiro Mifune, su actor fetiche -director y actor llegaron a rodar juntos hasta dieciséis películas-, y por ser también la primera de las incursiones del maestro nipón en el cine negro. Sin embargo, El ángel borracho es un excelente filme en el que Kurosawa, por primera vez con el control total de la producción, da muestras definitivas de la grandeza de su arte.

La película gira entorno a la relación entre la pareja de protagonistas, un médico honrado y generoso con ciertos problemas con la bebida y un gánster anclado en los códigos del honor yakuza que simboliza el japón derrotado y belicoso. 


Precisamente el contexto histórico es un factor a tener en cuenta al analizar esta cinta. Rodada apenas tres años después de la derrota frente a Estados Unidos, Kurosawa retrata un país hundido en la miseria y la destrucción que le ha traído la feroz guerra. El barrio marginal en el que transcurre la historia, plagado de charcas contaminadas de gérmenes y delincuentes varios hace referencia, precisamente, a la situación del país del sol naciente. 

Kurosawa deja entrever el mensaje de que solo los más fuertes, y aquellos que luchen honestamente por la superación, conseguirán salir adelante con sus vidas. Muchos son los elementos de El ángel borracho que se reproducirían posteriormente en el cine del maestro, como por ejemplo la figura del médico humanista que ejerce de sensei de otros personajes, que aquí hallamos en el doctor Sanada pero que también encontraríamos en Duelo silencioso (Shizukanaru Kettô, 1949) o la magistral Barbarroja (Akahige, 1965).


La película bebe directamente de influencias neorrealistas y de la iconografía del cine noir norteamericano. A destacar especialmente la escena de la lucha entre Matsunaga y Okada. Repleta de silencios, resoplidos y numerosos encuadres, el emperador impregna la lucha a muerte entre ambos delincuentes de sufrimiento y tensión dramática.

Kurosawa superaría esta obra con creces en trabajos posteriores, pero recuperar El ángel borracho resulta un ejercicio indispensable para comprender la trayectoria de uno de los mayores cineastas de todos los tiempos, así como para disfrutar de un cine de incontestable calidad. Mención aparte merecen las interpretaciones de Mifune y Shimura, impecables.




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